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miércoles, 6 de agosto de 2014

Bataille y la Europa descabezada

Que el sueño de la razón produce monstruos constituye la última lección que el magistral pintor Francisco de Goya nos legó. Pero ¿qué tipo de monstruos engendra una razón dormida? A principios del siglo XX la vieja Europa se vio remozada por un novedoso movimiento artístico: las Vanguardias. Las originales ideas de esta corriente pronto se extendieron por todo el continente abrazando al unísono expresiones tan dispares como la pintura, la escultura o la arquitectura. Aquel arte rompedor hubiese resultado incomprensible de no haber estado acompañado por una base teórica sólida que daba cuenta de algunas de sus metas. Así, los artistas más destacadas se sumergieron en el irracionalismo, muy de moda tras el descubrimiento del inconsciente. Frente a la vieja razón cartesiana se apostó por el desenfreno y el caos, por lo monstruoso.
El texto del Acéfalo de Bataille es una explicita invitación a perder la cabeza al tiempo que esconde una clara raigambre nietzscheana. Como si de una premonición se tratase fue escrito en 1936, fecha de la guerra civil española, tan sólo tres años antes de que Europa perdiese su cabeza. Este es el fragmento:

"Ya es hora de abandonar el mundo de los civilizados y su luz. Es demasiado tarde para empeñarse en ser razonable e instruido[ …]. La vida siempre se desarrolla en un tumulto sin cohesión aparente. […] La existencia no es solamente un vacío agitado, es una danza que obliga a danzar con fanatismo […]. La vida humana está harta de servir de cabeza y de razón al universo. En la medida en que se convierte en esta cabeza y en esta razón, en la medida en que se convierte en necesaria al universo, acepta una servidumbre. Si no es libre, la existencia se convierte en vacía o neutra y, si es libre, es un juego. Mientras la Tierra sólo engendraba cataclismos, árboles o pájaros, era un universo libre: la fascinación de la libertad se marchitó cuando la Tierra produjo un ser que exige la necesidad como una ley por encima del universo. Sin embargo, el hombre sigue siendo libre de no responder a ninguna necesidad: es libre de parecerse a todo lo que no es él en el universo. Puede suprimir la idea de que es él o Dios lo que impide al resto de las cosas ser absurdas.

El hombre ha escapado a su cabeza como el condenado a la prisión. Ha encontrado más allá de sí mismo no a Dios, que es la prohibición del crimen, sino a un ser que ignora la prohibición. Más allá de lo que soy, encuentro un ser que me da risa porque no tiene cabeza, que me llena de angustia porque está hecho de inocencia y de crimen: empuña un arma de hierro en su mano izquierda y unas llamas parecidas a un sagrado corazón en la mano derecha. Reúne en una misma erupción el nacimiento y la muerte. No es un hombre. Tampoco es un dios. No es yo pero es más yo que yo: su vientre es el laberinto en que se ha extraviado él mismo, me extravío con él y en el que me encuentro siendo él, es decir, monstruo".
(Bataille, El acéfalo, 1936)

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