El tiempo ha sido un asunto recurrente en la historia del pensamiento. Virgilio, por ejemplo, legó a la posteridad un popular adagio latino: "Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus". Su traducción literal es la siguiente: "Pero huye entre tanto, huye irreparablemente el tiempo". El hombre moderno resumió dicha sentencia en una especie de slogan publicitario "Tempus fugit" y lo acompañó de una sabia lección moral escrita por Horacio que siglos después fue rescatada para el cine por el profesor Kipling dentro de El club de los poetas muertos:
Carpe diem, quam minimum credula postero
"aprovecha el día, no confíes en el mañana"
"aprovecha el día, no confíes en el mañana"
“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo
sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado;
y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no
habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro,
¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no
es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a
ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente,
para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo
deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de
ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el
tiempo sino en cuanto tiende a no ser?”
Agustín de Hipona. Cfr. Confesiones. Xl, 14, 17.-
La publicidad actual también se ha planteado magistralmente la pregunta sobre el tiempo. Un conocido anuncio de +Mercedes-Benz nos ofrece "el ejemplo perfecto":
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