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lunes, 28 de julio de 2014

Los códigos rotos de Alan Turing

Descubrí a Alan Turing gracias a mi profesor de Corrientes Actuales de la Filosofía, Jesús Navarro. Fue un hallazgo formidable con el que me he tropezado sucesivamente a lo largo de mi vida, es decir, Turing, su máquina y su famoso test han ido apareciendo en artículos, documentales y noticias con las que me he ido re-encontrando.
A modo de titular, bastaría decir que Turing es la persona gracias a la cual concluyó la Segunda Guerra Mundial, existe internet o se comenzó a investigar sobre la inteligencia artificial (y eso no es poco ni falso). En resumen, Alan Turing es el filósofo y matemático que permitió que tú (lector) y yo (autor de estas líneas) estemos hoy en contacto pese a cualquier abismo geográfico.
Mario Viciosa publicó el siguiente artículo en El mundo, donde se adentraba en las investigaciones y circunstancias vitales de este espía británico. Los más perezosos deberían, cuanto menos, ver el vídeo que lo acompaña. Los más entusiastas podrían leer no sólo la información de El mundo sino, asimismo, su artículo más conocido titulado ¿Puede pensar una máquina? (1950): 

Turing: 60 años de códigos rotos
 

Alan Turing (Estatua en Bletchley Park)
  • Se cumplen 60 años del suicidio del mayor matemático del siglo XX

  • Revolucionó los métodos de cifrado y descifrado de comunicaciones

  • Aún se siguen desclasificando sus investigaciones, consideradas 'top secret'

Que usted pueda leer estas líneas en su pantalla se lo debe a Alan Turing. A él y a decenas de hombres y mujeres que lo acompañaron o vinieron después. Que Hitler no se hiciera con las riendas de Europa, seguramente también.
El pasado 8 de junio se cumplían 60 años de la aparición del cadáver del matemático más influyente del siglo pasado. Buena parte de sus investigaciones, sin embargo, quedaron sepultadas bajo la etiqueta de 'secretos de estado'.
Pirata y corsario a la vez, consiguió reventar sistemáticamente los códigos navales de los nazis a base de matemáticas y de imaginarse una máquina, años antes, capaz de computar.
Con los últimos documentos desclasificados, su legado es rescatado ahora en libros y películas, en una prolongada resaca de las celebraciones de su centenario. Ágata Timón y Manuel de León acaban de publicar 'Rompiendo códigos' (Catarata). Una aproximación que reivindica el papel de Turing como matemático.
El científico inglés ha sido largamente recordado como padre de la computación por la comunidad informática. Sin embargo,"él aborda temas diversos, siempre desde una perspectiva matemática. Es una persona que estudia problemas complejos", apunta Timón.
Su triunfal y trágica vida acaba también de ser retratada por Morten Tyldum. El cineasta ha puesto a Benedict Cumberbatch ('Sherlock', Julian Assange) en la piel del joven matemático en la película 'El juego de la imitación', que se estrenará el próximo otoño.
 
El título hace referencia al famoso 'Test de Turing', que un grupo de investigadores rusos aseguraban haber superado, gracias a un ordenador que pasó por humano en una conversación.
Pero, a falta de robots en nuestra vida diaria, la vigencia de Turing en el día a día está en sus trabajos como criptógrafo. (Casi) cada comunicación que se produce en Internet, cada transacción bancaria, cada chat... cuenta con métodos de cifrado cuyo origen está en los trabajos iniciados en la década de los treinta del siglo XX.

La mansión de los secretos

La mansión de Bletchley Park fue el lugar secreto donde se rompió el código nazi.
La evolución de la seguridad digital (al igual que el concepto de 'lo digital' en sí) se la debemos a lo que un grupo de criptógrafos hizo durante la Segunda Guerra Mundial. En particular en Bletchely Park, una mansión secreta de Inglaterra (vea la visita que EL MUNDO ha realizado a este lugar)
Las máquinas Enigma que se apropiaron las nazis, servían para convertir los mensajes en secuencias de letras sin sentido alguno aparente. Nos muestra su funcionamiento Tom Brigg, del actual Museo Bletchley Park situado en aquella instalación semimilitar.
"Es como una máquina de escribir con un teclado luminoso. Cada vez que se pulsa una tecla, se enciende una letra", explica Así, por ejemplo, si queremos codificar la palabra HELLO, la hache se convierte en una I. Sería muy fácil descifrar el código si a la H siempre le correspondiese una I, pero las correspondencias" cambian constantemente, a cada pulsación, gracias a unos rotores". Así, entre el mensaje 'en claro' y el oculto puede haber millones de millones de combinaciones, según el modelo de Enigma.
"Cada día había que configurar la máquina conforme a los libros de códigos que manejaban los alemanes". La posición inicial de los rotores y el cableado de la 'cifradora' elevaban a millones de millones las posibles combinaciones de letras.
¿Inquebrantable? Eso creían los nazis. Pero hoy sabemos que casi todo se puede 'hackear'. Siempre hay un fallo de seguridad. Y Bletchley fue la cuna de estos genios.
Los polacos ya habían conseguido 'hackear' una Enigma. Sin embargo, cada día se intercambiaban miles de mensajes entre buques. Se habían dado cuenta de que en los partes meteorológicos enemigos se repetían siempre determinadas frases. Eso podía llevar a las posiciones iniciales de los rotores en las 'enigmas'.
Pero semejante universo de combinaciones hacía necesario algo más que teoría, lápiz y papel. Hacía falta un 'computador'. Y en ese sentido Turing había dado los pasos clave años ante.
En los años treinta, la comunidad científica estaba obsesionada con crear un artilugio capaz de responder a todo problema matemático. "Se cuestionaba si cualquier problema matemático se podía resolver con un algoritmo", señala Timón.
Los científicos soñaban con una especie de máquina de la verdad de las matemáticas. pero "Turing demostró que no era posible".
Y lo hizo de una forma "extremadamente novedosa", apunta el profesor de Lógica de la UAM Enrique Alonso. Se imaginó "una cinta de cálculo, una cabeza lectora, ceros y unos. Eso es lo que en la actualidad llamamos 'Máquina de Turing'".
Fue el punto de partida de la computación, en 1936. La bomba criptográfica que utilizó en Bletchley Park no es una máquina de Turing, pero parte de sus planteamientos e imita a una Enigma para descubrir la posición de sus letras a escala industrial. A ella le siguió el computador Colossus, para descifrar mensajes codificados con otro tipo de máquina, la de Lorenz.
De la época solo quedan réplicas en Bletchley Park pertenecientes al Museo de la Computación. Se rehicieron a partir de planos, puesto que se destruyeron todas las originales al terminar la guerra. Hasta 1974 la mansión y lo que pasó dentro fue un secreto de estado. Los veteranos que trabajaron allí guardaron silencio.

La bomba criptográfica del futuro

Las comunicaciones se siguen cifrando y descifrando. Los métodos se han sofisticado, aunque la filosofía sigue siendo la misma. Desde los años setenta se introduce el sistema de 'clave pública'. Se sustituyen los libros de claves por un algoritmo. Ya no hay un elemento vulnerable: el mensajero de tales claves que las lleva consigo.
Desde entonces, la mayoría de comunicaciones por internet "se cifran así, con algo más de sofisticación", recuerda Manuel de León, director del Instituto de Ciencias Matemáticas y coautor del libro.
"Un ordenador cuántico descifraría al momento todos los mensajes futuros y pasados, codificados como hasta ahora "
La filosofía es descomponer un número más o menos grande en números primos. O sea, números que no se pueden dividir más que por sí mismos o por uno para que el resultado sea un entero. Multiplicar 23 por 151 puede ser fácil. Lo contrario, descomponer 3473 en sus factores hasta dar con el 23 y el 151, no tanto.
El coautor de 'Rompiendo Códigos' apunta que "si ten dan un número de 100 dígitos ya no puedes hacerlo como en el cole, con las barritas para descomponer en factores. Puedes estar toda tu vida calculando"
O sea, que dar con la clave "es una cuestión de tiempo" apostilla de León. Claro, que si tuviésemos una calculadora u ordenador que hiciese esas operaciones muy rápido, podríamos hacernos con la clave en un tiempo razonable.
El ordenador más rápido del mundo es todavía imaginario, como aquella máquina de Turing. Pero el físico Ignacio Cirac trabaja para que sea una realidad. Desde el Instituto Max Planck de Alemania, su equipo está tras la creación del primer ordenador cuántico.
"En el mundo de lo cuántico, lo extraordinariamente pequeño, una partícula puede estar haciendo más de una cosa a la vez". Así, los 'bits' que maneja un ordenador no solo se componen de ceros y unos. "Puede ser un cero y un uno a la vez". Los ordenadores que trabajasen así serian muchísimo más rápidos. "El salto es como pasar del ábaco al PC", dice el científico.
¿Estamos ante una amenaza? ¿Es el ordenador cuántico una nueva bomba Turing? "Desde luego, un ordenador cuántico invalidaría todos los sistemas de cifrado actuales". Descifraría una clave en un momento. Pero los ordenadores cuánticos, como la bomba de Turing, no serían sino una especie de Enigma inversa.
Los ordenadores del futuro permitirán crear comunicaciones "mucho más seguras", según Cirac .Y, una ventaja de la física cuántica es que, en cuanto queremos husmear entre partículas,"la información se autodestruye y además podremos saber que alguien ha intentado interceptar el mensaje".

En busca de 'humanidad'

Pionero de la inteligencia artificial, llegó a programar una máquina para que crease poemas.
Quizás en ese instituto Max Planck estén los Turing del presente siglo. Quizás en cualquier otro lugar, porque Turing sentó bases de la actual informática, el cifrado, pero también la biología o la inteligencia artificial que imaginó un presente lleno de robots inteligentes, asimilables a un humano.
El filósofo de la tecnología Javier Taravilla recuerda que "Turing, que deseaba ser amado como toda persona, parece que programaba la máquina Colossus para que escribiera poemas de amor".
Turing fue pionero en el concepto de la inteligencia artificial, en tanto "se pregunto si podía una máquina pensar; situarnos en lo genuinamente humano", aclara Enrique Alonso.
El programa de la inteligencia artificial, tan de moda en los sesenta y setenta, se terminó por disolver en el mar de internet y la web.
Turing tampoco encontró mucha humanidad en su época, con una ley homófoba que lo condenó y arrastró a una muerte en silencio. Fue condenado a castración química por gay, en un país que no retiró de su legislación su condena a los homosexuales hasta 1983.
Reino Unido solo reconoció el error de su condena en 2009. El pasado diciembre, la misma Reina coronada un año antes de su muerte lo indultó de manera oficial. El documento, por supuesto, salió de un ordenador.
 

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