El pensamiento de Friedrich Nietzsche (1844-1900) constituye, sin lugar a dudas, un replanteamiento radical de todo cuanto la filosofía había sostenido a lo largo de los siglos, una suerte de "platonismo invertido", como se han atrevido a sostener algunos autores. No es de extrañar, por tanto, que el propio pensador manifestase lo siguiente en su obra Ecce homo:
"Mi nombre algún día estará ligado al recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como nunca la ha habido en la Tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjuro, contra todo aquello que hasta el momento se había creído, exigido o santificado. Yo no soy un hombre, yo soy dinamita".
Al dinamitar los fundamentos de la cultura occidental, Nietzsche legó a la posteridad un mundo repleto de incertidumbre, provocando que los grandes puntos de apoyo moral (Dios, alma, bien, verdad...) quedasen en entredicho. El nihilismo consistió, precisamente, en poner de manifiesto esa enorme falla que se abría ante el ser humano, la inquietante verdad de que no hay verdad, de que transitamos solos en un desierto de arenas movedizas.
En publicaciones anteriores ya hemos alabado la originalidad del dibujante El roto. Hoy recuperamos cuatro de sus viñetas más nietzscheanas:
Sobre la locura que sufrió durante los diez últimos años de vida
Sobre la desfundamentación, la transmutación de valores, la crítica a la metafísica y a sus grandes conceptos universales
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