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domingo, 28 de septiembre de 2014

El dilema moral de Churchill: la sonata de Coventry

Aquella tarde el crepúsculo había ensombrecido ya la vieja Catedral de San Miguel. La ciudad de Coventry aún respiraba la paz de los inocentes. Silenciosa, quieta, callada, esta urbe industrial del centro de Inglaterra ignoraba su cita con la historia. Era 14 de noviembre de 1940 cuando la operación “Sonata Claro de Luna” estaba a punto de comenzar. A las siete y veinte  los vientres de acero de la aviación alemana comenzaron su danza terrible.

 
Durante siete largas horas quinientos bombarderos  asesinaron a otras tantas personas  y varios miles resultaron heridas.  Goebbels, ministro nazi de propaganda, propuso “conventrizar” como el término adecuado para referirse a los bombardeos masivos contra ciudades con el objeto de amedrentar a la población civil.

Huelga anunciar que este hecho terrible es a todas luces reprobable desde una perspectiva ética. Sin embargo, un dilema moral ya clásico afloró durante este episodio nefasto de la Segunda Guerra Mundial. Ciertas teorías apócrifas apuntan que los servicios de inteligencia británico habían descifrado por entonces los códigos secretos de la máquina Enigma, la cual regía las comunicaciones del mando militar nazi y a la que nos hemos referido ya en publicaciones anteriores*. Según la leyenda, Winston Churchill conocía que la ciudad de Coventry iba a ser bombardeada en la fecha señalada. Si evacuaba la ciudad el Tercer Reich descubriría que Inglaterra disponía de información privilegiada y usaría nuevos canales de comunicación, si no la evacuaba Alemania seguiría ignorando esta ventaja militar de los ingleses pero a cambio perderían la vida cientos de inocentes. Se trataba de decidir entre las vidas inmediatas de decenas de habitantes de Coventry o la posibilidad de acelerar la caída de los nazis gracias a la intercepción de todas sus comunicaciones futuras. Si la leyenda es cierta, Churchill decidió callar, no actuar. Más de 550 personas murieron, pero Inglaterra ganó la guerra y el régimen nacionalsocialista fue derrotado.
 Tres interrogantes se abren:
-          ¿Actuó correctamente Winston Churchill?

-          ¿Justifica un mal menor un bien mayor?

-          ¿Cómo habríamos actuado cada uno de nosotros?

 


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