¿Que dirían los filósofos griegos de su crisis?
Jonathan Guthrie fue el primero en planteárselo en una breve pieza en el Financial Times: Grecia es la cuna de la Filosofía y ahora está en crisis, ¿qué dirían los filósofos griegos de esta situación?
Le repito la cuestión a Fernando Savater. Pide tiempo, revisa su biblioteca y me dice: «Aristóteles fue el filósofo griego que habló expresamente de Economía (oikos: casa; nomos: ley, regla) y en su Ética Nicomaquea, donde se refiere a las vidas más deseables, plantea que ‘el hombre de negocios es un hombre que está fuera de la Naturaleza y es evidente que la riqueza no es el bien supremo’».
En esta misma línea me responde Rafael Alvira, profesor de la Universidad de Navarra: «Se ha confundido la crematística, que trata de las riquezas, con la economía, que trata del bienestar de las familias. Buscar la crematística como fin final destruye la sociedad y la economía. Ese es el verdadero origen de la crisis».
«Existe una completa falta de visión universal», añade. «Hemos olvidado el sentido de lo común».
Angie Hobbs, profesora de la Universidad de Warwick citada por Guthrie, asegura que Platón habría apostado por una élite intelectual para salvar a Grecia, en la línea de su proyecto de «rey filósofo» que tan mal le salió en Siracusa. En otras palabras, habría sido partidario de un rescate dirigido por los tecnócratas del FMI y de Bruselas.
Platón, sin embargo, también podría haber sido el ideólogo que inspiró a los gobiernos griegos que falsificaron las estadísticas para entrar en el euro. Él es el autor de la tesis de la Mentira Noble, un cheque en blanco para que los gobernantes engañen al pueblo con el fin de inducirlos a respetar y servir a su polis, presuntamente un objetivo superior.
«Esa lección se la conocen muy bien los políticos», me dice Savater. «La mentira es mala, pero se le permite al gobernante si tiene una actitud paternalista…».
Pitágoras diría de los 300.000 millones de deuda griega que, al final, «todas las cosas son números». Heráclito insistiría en que «en el mismo río entramos y no entramos», así que la deuda es y no es al mismo tiempo, lo cual daría alas a los relativistas como los sofistas o los epicúreos que, según Hobbs, estarían de acuerdo en salirse del euro como una manera de sustraerse de la atención pública.
Sócrates combatiría a los que dijeran que da igual estar o no en el euro. Enfrentado con los funcionarios de Bruselas, les diría que «sólo sé que no sé nada» y mediante la dialéctica les haría ver que la estabilidad del euro no es el bien supremo, cosa que irritaría a los filósofos alemanes que pensarían en ello como un imperativo categórico.
Platón tranquilizaría a los funcionarios griegos cuyos sueldos han sido recortados recordándoles que la ambición por el dinero procede de un desorden de nuestra psique, que es irracional e insaciable al mismo tiempo. Criticaría a los manifestantes por actuar basados sólo en sus sentidos sin poner la razón a trabajar para aprehender la realidad de la crisis.
Los estoicos dirían que no queda más remedio que aguantar y purgar los excesos, mientras Diógenes el Cínico estaría convencido de que el ajuste no va a servir absolutamente de nada, pero lo defendería en Bruselas.
El profesor Alejandro Vigo, también de la Universidad de Navarra, aporta otro punto de vista, más político: «Filósofos como Platón y Aristóteles tal vez nos dirían que, al margen de todos los problemas que habrá que solucionar, la crisis debería darnos también la oportunidad de reflexionar nuevamente sobre el fin último de la comunidad política, de la polis. Sólo sobre esa base podremos dimensionar adecuadamente el papel de las instituciones públicas y el grado de intervención en la vida de la sociedad civil que podemos y debemos esperar de ellas».
Lo que está claro es que no podemos dejar pasar esta crisis sin aprender algo de ella.
9-V-2010
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